UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL


«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA




INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO





martes, 21 de marzo de 2017

Papa en Santa Marta, martes 21 de marzo 2917: La confesión no es ni un trámite ni una tintorería para conciencias


Durante su homilía en Casa Santa Marta, el Papa habló de la confesión. Dijo que se equivoca quien ve el confesionario como una tintorería sonde se limpian las manchas de la conciencia. 

FRANCISCO
"‘Bueno, yo voy, digo mis pecados, el sacerdote me perdona, me dice que rece tres Avemarías y me voy en paz’. ¡Tú no has entendido nada! Tú sólo fuiste al confesionario a realizar una operación bancaria, a hacer un trámite de oficina. Tú no fuiste avergonzado allí por lo que hiciste. Si no tienes conciencia de que te han perdonado, jamás podrás perdonar”. 

El Papa recordó que Dios perdona sólo cuando sentimos nuestro pecado y nos avergonzamos. Cuando te arrepientes de tus pecados y te perdonan, entonces eres capaz de perdonar a otros. 

HOMILÍA DEL PAPA EN ESPAÑOL
(Radio Vaticana)

Y el "primer paso es la vergüenza de los propios pecados, una gracia que no podemos obtener solos. El pueblo de Dios triste y humillado, es capaz de probar esta gracia, tal como narra el Profeta Daniel en la Primera Lectura. Mientras el protagonista del Evangelio no logra hacerlo: se trata del siervo perdonado por su patrón a pesar de sus grandes deudas, pero que, a su vez, es incapaz de perdonar a sus deudores. No entendió el misterio del perdón.


Si yo pregunto: ‘¿Pero todos ustedes son pecadores?’.  –‘Sí, padre, todos’.  –‘¿Y para obtener el perdón de los pecados? –‘Nos confesamos’.  –‘¿Y cómo vas a confesarte?’. – ‘Bueno, yo voy, digo mis pecados, el sacerdote me perdona, me dice que rece tres Avemarías y después vuelvo en paz’. ¡Tú no has entendido nada! Tú sólo fuiste al confesionario a realizar una operación bancaria, a hacer un trámite de oficina. Tú no fuiste avergonzado allí por lo que hiciste. Viste algunas manchas en tu conciencia y te equivocaste, porque creíste que el confesionario era una tintorería para sacar las manchas. Fuiste incapaz de avergonzarte de tus pecados.


Por lo tanto, el perdón recibido de Dios, la maravilla que hizo en tu corazón debe poder entrar en la conciencia, de lo contrario, sales, encuentras a un amigo, a una amiga, y comienzas a hablar mal de otro, y sigues pecando. Sólo puedo perdonar si me siento perdonado.


Si tú no tienes conciencia de ser perdonado, jamás podrás perdonar. Jamás. Siempre está esa actitud de querer hacer las cuentas con los demás. El perdón es total. Pero sólo se puede hacer cuando yo siento mi pecado, me avergüenzo, tengo vergüenza, y pido perdón a Dios, y me siento perdonado por el Padre. Y así puedo perdonar. Si no, no se puede perdonar, somos incapaces de ello. Por esto el perdón es un misterio.


El siervo, protagonista del Evangelio del día tiene la sensación de haberse salvado, de haber sido astuto. En cambio, no entendió la generosidad del patrón. Y cuántas veces saliendo del confesionario sentimos esto, sentimos que nos salvamos. Pero esto no es recibir el perdón sino hipocresía de robar un perdón, un perdón ficticio.



Pidamos hoy al Señor la gracia de entender este ‘setenta veces siete’. Pidamos la gracia de la vergüenza ante Dios. ¡Es una gran gracia! Avergonzarse de los propios pecados y así recibir el perdón y la gracia de la generosidad de darlo a los demás, porque si el Señor me ha perdonado tanto, ¿quién soy yo para no perdonar?.